jueves, 21 de junio de 2012

El paseo de Alicia

Como soy un poco Alicia, a pesar del sueño en el que me habían sumido mis quehaceres (en este caso el trabajo y no las horas de clase de historia), en mi camino a casa me fui dejando a llevar por mis ansias exploratorias y mis deseos de ir “solo un poquito más allá”. Cada parada de bus me llevaba semi hipnotizada hasta la siguiente (“tal vez de camino...”) buscando qué se yo... Seguramente por eso no pude resistirme cuando vi este cartel:



Fue la zanahoria la que despertó mi curiosidad (aunque una voz en mi cabeza me repetía una y otra vez que el nombre sonaba sospechoso...) y, desoyendo la enseñanza de las ostras, decidí seguirla a ver a quién pertenecía...

Nada más doblar la esquina me encontré con una callecita peatonal y estrecha que se escondía del resto del universo entre sus dos paredes y cual no sería mi asombro al encontrarme de frente con la mismísima Sombrera Loca.

Durante un tiempo, permití que mis ojos y mi fantasía vagasen disfrutando de sus chifladuras y guiños así como de los juegos y contrastes que creaba con sus compañeras, la extravagante pájara dodo, la vaporosa flamenca roja y, por qué no, la desconcertante muñeca rusa.




Pero pronto el ruido de bandejas, tazas y teteras me recordó que hacía mucho que había comido y que ya era la hora del té, así que retomé mi camino hacia la Reina de las Tartaletas donde todo estaba cuidadosamente preparado para las más deliciosas fiestas de no cumpleaños que puedas imaginar.



Eso sí, como yo soy una buena Alicia pero también una chica muy poco convencional, preferí decantarme por la sopa de champiñones, saboreando a cada cucharada como los de un lado me hacían crecer y los del otro más pequeña ;)

Ya con la pancita llena, y medio bostezando, decidí volver al camino principal antes de que apareciese la Reina no sin antes despedirme de la Sombrera y sus locas amigas.

Camino al autobús todavía encontré algunos otros lugares fascinantes, pero, a decir verdad, estaba demasiado cansada en ese momento para meterme en una de Hansel y Gretel...



Quizás otro día... ;)



P.D. Por supuesto, de regreso no pude evitar pasar por el jardín de rosas y otras delicias ;)



sábado, 9 de junio de 2012

Descubriendo a Eire

Eire me recibió con los brazos abiertos, vestida de gala, de verde y azul. La vi desde el mismo avión, extendiendo su hermosa falda con sus ribetes de espuma sonriendo al sol. "Bienvenida de vuelta" me decía, "ya me tardabas".

Y era verdad, ya le tardaba... Un año entero...

Una vez en el pasado, Eire me había invitado a venir a verla y mis ansias aventureras y yo no pudimos evitar aceptar la invitación. A los cinco minutos de estar jugando con ella, su simpatía y naturalidad ya me habían encandilado. Eire vibraba con el sonido de la música en cada uno de sus rincones mientras saltaba por las calles de piedra,  se retocaba el pelo reflejada en sus ríos o se escondía en alguna de sus iglesias.

Y no paraba, incluso cuando paraba, no paraba. Incluso cuando era calma, era alegría.

Recuerdo que me invitó a desayunar crêpes de jamón y queso ("¡sin sirope de arce, por favor!") una mañana algo lluviosa después de una noche infinita llena de música y danzas y que, aunque no lo fueran, a mí en ese momento, en su compañía, me parecieron los más deliciosos del mundo.

Recuerdo que me hizo sentir en casa desde el primer momento, y que cuando cogí el avión de vuelta, ya me moría de ganas de volverla a ver...

Recuerdo que le grité desde el avión, "¡Fue un placer conocerte!" y cuando ya estaba en el aire agitó su faldón con gracia diciéndome: "Vuelve pronto... Aún te queda tanto de mí por descubrir...".